En Opticalia Callao hoy vamos a tratar un tema de salud visual muy frecuente y, normalmente, de escasa importancia. Los derrames oculares nos ocurren a todos alguna vez en la vida y, aunque algo molestos, no suelen tener mayores repercusiones en nuestra salud. Pero ¿Qué son exactamente y cuándo debemos preocuparnos?
Los derrames oculares son hemorragias que se producen por debajo de la conjuntiva, una membrana serosa que reviste el ojo (y, también la cara interna del párpado) y cuyas labores fundamentales son mantenerlo lubricado y protegido de agresiones externas. La conjuntiva cubre a su vez otra membrana gruesa, de color blanco y rica en colágeno, que conforma la capa más externa del globo ocular y recibe el nombre de esclerótica (“el blanco del ojo”). La capa más interna de la esclerótica, contiene abundantes vasos sanguíneos. Cuando dicha capa se lesiona y se rompen algunos de los capilares que la irrigan, se produce una hemorragia. Como resultado, en la esclerótica del ojo aparece un punto rojo que se conoce como “derrame”.
Por lo tanto podemos decir que un derrame ocular equivale a un hematoma en cualquier otra parte del cuerpo.
La lesión ocular que produce un derrame puede obedecer a diferentes causas:
Las personas con hipertensión (sobre todo las que toman anticoagulantes) son más propensas a padecer derrames. A veces, las hemorragias oculares están ocasionadas por una subida brusca de de tensión, por lo que es recomendable que los hipertensos acudan al médico cuando tienen un derrame que no obedece a una causa clara, como un golpe.
Si has tenido un derrame alguna vez, sabrás que estas pequeñas hemorragias no producen ningún dolor. Algunas personas sienten una pequeña molestia en el ojo afectado, como una sensación de calor, que desaparece al poco tiempo. Los derrames tampoco afectan a la visión. Eso sí, su color rojo intenso, en contraste con el blanco de la esclerótica, suele producir alarma.
Los derrames son inofensivos y desaparecen sin necesidad de hacer nada a los pocos días. Poco a poco, van disminuyendo en tamaño e intensidad hasta que la sangre es totalmente reabsorbida. Por lo general, un derrame suele durar entre 8 y 10 días.
No obstante, cuando no desaparecen ni disminuyen su tamaño o su intensidad de color y cuando se producen de manera recurrente, conviene acudir a un especialista, que determine qué los ha causado y cómo tratarlos.
Si tienes alguna duda sobre algún tema relacionado con tu salud visual, puedes ponerte en contacto con nuestro óptico online.